NESTOR KOHAN
Nadie como él sintetizó en la filosofía el clima político de los sesenta. Cuando Lévi-Strauss impugnaba a Sartre, Mao Tse-tung rompía con la URSS y el "Che" Guevara irradiaba su mensaje insurgente, Louis Althusser encabezaba desde la Escuela Normal Superior (en Francia), el intento más arriesgado de renovación del marxismo. Había nacido en Argelia en 1918. Su primer contacto con el marxismo fue Pierre Courréges, militante comunista con quien compartió la prisión en un campo de concentración alemán.
De regreso en París, en 1946, conoció a Héléne Rytmann, militante del PCF desde 1930. Convivieron 34 años hasta que en 1980 durante una crisis depresiva aguda, Althusser la ahorcó en su departamento de la calle Ulm. Declarado insano, pasó varios años internado en la clínica psiquiátrica Sainte-Anne. Ya dado de alta, en 1985 redactó su autobiografía El porvenir es largo, publicada póstumamente en 1992. Murió en 1990 por problemas cardiacos.
Sus obras formaron parte de lo más provocador del marxismo occidental. El primero de sus libros fue Montesquieu: la política y la historia (1959). Luego vinieron La revolución teórica de Marx y Para leer El capital. Estos dos últimos fueron los más célebres y controvertidos. Tan famosos como sus artículos "Freud y Lacan" (1965) e "Ideología y aparatos ideológicos de Estado" (1970). Más tarde, Curso de filosofía para científicos (1967); Lenin y la filosofía (1969); Para una crítica de la práctica teórica. Respuesta a John Lewis (1973); Elementos de autocrítica (1974) y Posiciones (1976).
Cada libro produjo un escándalo teórico. Althusser sostenía que entre Marx y Hegel había existido un "corte epistemológico" (concepto tomado de Gastón Bachelard). A diferencia de Hegel, para él la historia, consistía en un proceso sin sujeto y sin fin. De ahí que el marxismo fuera un antihumanismo teórico, tesis con la que se puso en contra a todo el marxismo hegelianizante y humanista.
Frente a la ortodoxia dogmática que siempre sospechó de Freud y Lacan, Althusser también defendió -a partir del concepto de "sobredeterminación"- la síntesis de marxismo y psicoanálisis. Su intento fue muy distinto a los de Wilheim Reich y Herbert Marcuse.
En ese marco heterodoxo definió la filosofía como "Teoría de la práctica teórica", reduciéndola a la epistemología y oponiéndola a toda ideología. Tesis que intentó modificar -sin mucho éxito- por su "desviación teoricista" tanto en la edición italiana de Para leer el capital como en Elementos de autocrítica. Intentaba así responder a todos los que le cuestionaron su subestimación de la política en función de la gran Teoría filosófica, con mayúsculas.
En política, concibió el poder del capitalismo como una combinación de sus "aparatos represivos" (el Estado, el Ejército, la policía, etcétera) y sus "aparatos ideológicos" (la escuela, la Iglesia, la prensa, los partidos políticos, etcétera).
Si bien nunca abandonó la academia, no se conformó con el mero "compromiso" sartreano. Militó en el comunismo francés (se afilió en 1948) siempre con conflictos, ejerciendo más allá de él una influencia descomunal. Además, dejó huella en discípulos notorios. Su alumno Robert Linhart encabezó una fracción disidente que se proletarizó, trabajando años en la fábrica Citroën. Como testimonio escribió la novela De cadenas y de hombres donde relataba la explotación salvaje de los obreros franceses y árabes.
A su turno, Jacques Ranciére le criticó a su maestro no haber roto con el PCF mientras el joven Régis Debray -otro de sus alumnos- se marchó a Cuba y luego a Bolivia con el "Che" Guevara (años antes de que ingresara en la socialdemocracia y denostara al "Che"). En América Latina, su traductora y alumna Marta Harnecker redactó el manual Conceptos elementales de materialismo histórico con tal éxito, que vendió 60 ediciones.
Si bien es verdad que las críticas más certeras y agudas a su teoría fueron realizadas desde la izquierda (Lucien Goldmann, Karel Kisik, Raymond Williams, E.P. Thompson, Michael L'wy, Ernst Mandel, A. Sánchez Vázquez, Luciano Gruppi, Nicola Badaloni y en Argentina León Rozitchner) también es cierto que la impugnación más eficaz y duradera provino de la derecha y desde el poder, porque nunca le perdonaron ni su pensamiento ni su militancia. Mucho antes de matar a su mujer, Althusser ya era sospechoso para la derecha.
Como él mismo afirma en su autobiografía, la derecha, principalmente francesa, pero no sólo, sin tomarse el trabajo de analizar detalladamente sus escritos, aprovechó el affaire del asesinato para homologar su filosofía con la locura y el marxismo con el crimen. Ya lo había intentado antes con los suicidios de Nicos Poulantzas (otro de sus discípulos) y de Lucien Sevag (paciente de Lacan).
Más allá de este debate, hoy cada vez se discute más su biografía, mientras su obra pasa a tercer plano. La reciente publicación de su correspondencia con la italiana Franca Madonia será apenas un nuevo escenario de esa disputa entre quienes sólo apuntan a frivolizar y neutralizar su figura y quienes intentarán, en cambio, profundizar en esas cartas su relación con el marxismo y el psicoanálisis.
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