El inicio de 2007 está lleno de manifestaciones de optimismo sobre el comportamiento de la economía mundial, a pesar de las varias alertas sobre los factores negativos que amenazan la continuidad del auge mantenido durante casi toda la década de90 del siglo pasado (particularmente desde 1994), con una corta interrupción entre 2000 y 2001.
El informe anual de la UNCTAD recientemente publicado, siempre de muy buena calidad, habla de una pequeña caída de la alta tasa de crecimiento alcanzada en 2006. Previsiones similares se esperan del Informe Anual del Presidente de Estados Unidos en febrero, preparado por el consejo económico del mismo.
EL FMI, el Banco Mundial y el excelente informe de Naciones Unidas deben confirmar las previsiones positivas respecto al crecimiento económico anunciadas en los estudios de coyuntura del pasado año.
Se trata de un consenso determinado por la fuerza de los números, pues los “cánones” de la teoría económica no saben muy bien explicar este comportamiento de la economía mundial. Para aquellos que trabajan con los ciclos largos de Kondratiev, este comportamiento de la economía mundial era plenamente previsible, como el lector podrá certificar si lee mis artículos y libros escritos desde la década de 70.
Según este universo teórico, desconocido para los economistas neoliberales y muchos heterodoxos, era previsible que las fuerzas que iniciaban una reestructuración de la economía mundial desde 1966 deberían preparar un nuevo auge económico que los ciclos largos de Kondratiev indicaban se iniciarían en 1994 aproximadamente.
No se trata de ninguna magia sino de una buena teoría economica apoyada en el estudio de la historia económica y no en el establecimiento de hipótesis llenas de ideología y empíricamente irresponsables, formalizaciones más estéticas que efectivas y deducciones puramente formales, todo eso al servicio del mantenimiento del orden económico vigente.
De hecho, la revolución científico-técnica entraba en una etapa nueva en 1966. La expansión de la economía mundial de la post II Guerra Mundial encontraba límites serios para la expansión del mercado mundial. La post guerra estuvo marcada por un movimiento mundial a favor de la reforma agraria (que se expande en China, tanto la continental como en Formosa, en Japón, en Corea, en Indochina, en India y en otros casos menos importantes) que integraron al mercado mundial millones de campesinos. De la misma forma, gobiernos progresistas (los llamados populismos!) habían aumentado la participación de los trabajadores en la vida económica de gran parte del llamado Tercer Mundo.
Esta extensión de los mercados del Tercer Mundo se sumaba a la expansión de los mercados en las economías centrales alcanzadas con la consolidación del Estado del Bienestar, la fijación del dólar como moneda mundial y la expansión de las inversiones americanas por todo el mundo. Esta expansión, realizada por empresas multinacionales y apoyadas en las políticas estatales desarrollistas, incorporaban las innovaciones revolucionarias en las fuerzas productivas acumuladas por la revolución científico-técnica que irrumpe en la década de 1940. Estas innovaciones se hacen posibles económicamente por la voluntad de los pueblos y gobiernos, expresada durante la guerra y en la post guerra, después de haber sido reprimidas por la larga crisis de la economía mundial entre las dos guerras mundiales.
El crecimiento de esas inversiones permitió crear una base industrial en las antiguas zonas agrarias del mundo. Pero estas industrias estaban orientadas hacia los mercados internos que se expandían con las reformas sociales ya citadas. Pero en 30 años de expansión fueron alcanzando áreas del mundo donde las reformas sociales ya no eran bienvenidas para el sistema mundial. Los cambios sociales ganaban dimensiones mucho más profundos que las aceptables por el sistema socioeconómico dominante –el capitalismo se sentía conminado por el contenido antiimperialista y socializante del movimiento reformista mundial. Con esto, la expansión de los mercados mundiales se hacía muy cara y peligrosa.
Era más seguro reestructurar el conjunto del sistema mundial en otra dirección. Se trataba de ofrecer el mercado de los países centrales a las industrias emergentes en las economías más dinámicas del Tercer Mundo (los llamados new industrial countries – los NICs) proveyendo una nueva división internacional del trabajo. Lo que no fue posible medir muy claramente fue el hecho de que la creación de núcleos industriales en esas regiones daría origen también a un nuevo poder de generación de tecnologías propias que permitiría a algunos de esos países iniciar una competencia seria con el centro del poder mundial.
Esto es lo que acontece durante los años recesivos de 1966 a 1994 (fase B de ciclos de Kondratiev) cuando Japón, sobre todo, y en parte los tigres asiáticos inauguran la nueva fase de las fuerzas productivas mundiales caracterizadas por la incorporación de los robots al sistema productivo. La recuperación de China e India las transforma en la actualidad en potencias industriales exportadoras. La expansión de los centros industriales y la nueva división internacional del trabajo que se va armando ya no puede detenerse.
Pocos pudieron apreciar el impacto antiinflacionario de esa mutación. Con la robotización y los nuevos materiales, los precios de los productos industriales bajan drásticamente, los gastos mayores están en las áreas de investigación y desarrollo, marketing, gestión. Esta situación abre camino a la copia de productos a precios ínfimos. Los monopolios se ven frente a frente con una rebaja drástica de las barreras de entrada. Las nuevas potencias empiezan a amenazar los monopolios centrales de la economía mundial y los excedentes financieros conseguidos con los superávits comerciales substituyen a los poderes económicos que se pensaban totalmente estables. Están aseguradas las condiciones para un boom económico de mediano plazo. Este es el periodo actual. Crecimiento económico con tendencias deflacionarias y caída de costes de inversión a nivel mundial. Desvalorizació n de la enorme masa de capital financiero acumulado en el periodo recesivo. Lucha creciente por el control de la economía mundial. Los que creen que un largo auge económico significa tranquilidad al contado están muy engañados. (Traducción ALAI)
Theotonio de los Santos, economista brasileño, es autor de la trilogía sobre la economía contemporánea: Teoría de la Dependencia: balance y perspectivas, Plaza y Janés, México, Sudamericana, Buenos Aires; Economía Mundial e Integración Latinoamericana, Plaza y Janés, México; Del Terror Esperanza: Auge y Declinación del Neoliberalismo, Monte Ávila, Caracas.